Cerré la puerta y me eché a dormir. A los diez minutos escuché el crujido del pomo de la puerta. ¿ Quién será ? Pensé. Luego, caí en la cuenta de que hoy no se había quedado nadie a dormir en casa. La puerta comenzó a abrirse y con ella otro crujido continuo. Comenzaba a tener mucha calor y a sudar. Estaba rígido, no sé por qué, me daba cosa moverme. Respiraba lo más silenciosamente, pero estaba nervioso y cada vez se hacia más sonora. Entonces, fue aquel puto ruido. Escuché pasos, pasos que intentaban ser sigilosos, pero que para mi no los eran. Los podía escuchar en medio del silencio de la noche. Me tapé con la manta hasta la cabeza, y el corazón comenzo a latirme más rápido de lo normal. Me picaba todo el cuerpo. Los pasos continuaron, ya estaría cerca de mi cama. Entonces, ¡ lo noté ! Noté como alguien se sentaba en la cama. En la zona donde no tenía puesto los pies. Me estaba agobiando y no paraba de sudar como un cerdo. Cerré los ojos y me levanté de un salto. Segundo después, los abrí. No había. Nada sospechoso que provara lo que había sentido. Pero... no era mentira, porque la puerta de mi habitación estaba abierta.